En alguna otra ocasión había dicho que después de Maradona, Ronaldo era el fútbol. No tengo que hacer notar que en ese entonces, seis meses atrás, me gustaba lanzar sentencias extremadamente "temerarias" o "antojadizas" para ganar unos cuantos lectores. Ahora, probablemente no sería tan injusto con un grupo de jugadores-en-diablados- que también ayudaron a reinventar el juego.
Sin embargo, debo seguir dispersando homenajes varios sobre el jugador que más facilmente vi jugar el Juego. Otro homenaje, uno más, hasta que de tanto insistir, el homenaje refiera minuciosamente el efecto de relámpago que causaba Ronaldo con el balón, de frente y cuarenta metros al arco.
Displicente para perseguir el balón, siempre parecía estar ausente para los que sólo seguían el contenido manifiesto del juego. Sin embargo, el sentido del juego se iba dibujando como una telaraña escondida, hasta que como en un trance, fulminante, se manifestaba explícitamente. Volvía al césped con el ardid ya consumido, y en cuestión de segundos, arremetía contra el arquero tras haber esquivado con solapadas bicicletas a los defensas. Y con una burla delicadísima, ingresaba el balón de cuero en el pozo. Ya la historia estaba cifrada.
El fenómeno lo había transformado todo. Las cosas ya nunca estarían en su sitio.
9/14/2007
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